viernes, 19 de julio de 2013

Día cinco: uno de viajes



Hubiera sido pertinente poner este libro como “uno de un Nobel” y no “uno de viajes”, pero preferí poner una de las más importantes obras de Hemingway como un libro de viajes, así el viejo Santiago solo hubiese viajado al África en su época de joven pescador. Pero las aventuras que ha vivido Santiago toda su vida en su bote de vela llena de remiendos, cuentan como uno de viajes.

Y es que la vejez de Santiago ha sido bastante dura, pero bastante agradable, diría yo. Una vejez sublime, se podría decir.

Santiago es un viejo pescador cubano, cuya esposa ha muerto, y la única compañía que le queda es Manolín, un joven que lo acompaña en sus pescas desde que este tenía cinco años. Manolín se convirtió en el mejor amigo de aquel solitario pescador que ya no le quedan fuerzas para pescar, pero si “estrategias” y experiencia, y la fuerza y juventud de Manolín, lo complementa.

El libro refleja la valentía, la humildad, la constancia, la voluntad y la persistencia de Santiago, quien nunca se vio derrotado, a pesar de su vejez; lo que lo llevó a pescar ese gran pez espada que era más grande que su bote, durante tres días. Y a pesar de que llegó a tierra firme tan solo con la cabeza y la espina dorsal del gran pez, porque unos tiburones se lo comieron todo, Santiago no se dio por vencido. No le importó tener las manos cortadas por las cuerdas de pesca, el ardiente sol de tres días en altamar, y su ya mencionada vejez.

Como lo decía al principio, es un libro que sublima al lector, al menos conmigo lo hizo, mostrando la constancia del viejo, y la debilidad del joven, que se reflejó cuando lloró al ver a Santiago acostado en su cama con las manos cortadas.


Qué extraño viejo, como Santiago se decía así mismo, una persona que cuando dormía, soñaba con los leones y las playas blancas y doradas del África, que alguna vez conoció en su juventud. 

Diego Hernán Rubiano Devia

@DiegoRubianoD

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