sábado, 20 de abril de 2013

MI CORTA EXPERIENCIA DE DOS HORAS EN EL FESTIVAL DE LOS SENTIDOS


Esperaba con ansias ese 18 de abril, día en el que el periodismo, el mundo digital y el marketing se reunían en un solo lugar, en el Primer Festival de los Sentidos Kien y Ke.
Miraba mi agenda, miraba el calendario con la esperanza de no tener nada importante para hacer ese jueves; pero pasó todo lo contrario.

Mi clase de Historia del Siglo XX empezaba a las siete de la mañana y terminaba a las nueve y quince minutos. No podía faltar por dos razones: la primera, porque había faltado a esa clase la semana pasada porque me enfermé, y la segunda, por la entrega urgente de un trabajo, y la intriga que me embargaba de que hubiera o no hubiera parcial, al final no hubo parcial.

Miraba constantemente el reloj, la clase se tornaba lenta alrededor de una interesante película mexicana de los años 60’s, y posteriormente al llamado de asistencia del profesor. Finalizó la clase, bajé al primer piso con el ánimo de coger el primer bus de Transmilenio que me llevara hasta el Portal del Norte, pero no sin antes toparme con todo mi grupo de amigos, a quienes saludé de afán antes de irme, eso me tomó unos diez minutos, antes de llegar a la estación de El Minuto de Dios.

Caminé a paso rápido desde la universidad hasta la Calle 80, subí el puente de Transmilenio, llegué agitado a la estación, pasé mi tarjeta de pasajes y no tenía saldo disponible, hice una fila de cinco minutos que se tornó eterna y estresante. Cuando por fin pude comprar pasajes, pasé la registradora y me ubiqué en la puerta donde pasara un servicio que me acercara a la Estación Granja-Carrera 77 y abordar el servicio B10, que se dirige al Portal del Norte, pero como a esa hora de la mañana los buses van completamente llenos, subí hasta Portal 80 para abordar el articulado descongestionado.

El viaje fue relativamente lento, aunque no había congestión alguna. Llegué a Portal Norte y me y me dirigí hacia la Ruta Alimentadora San José, que va hasta el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, lugar donde se llevaba a cabo el evento, el recorrido hasta llegar a mi lugar de destino fue de diez minutos aproximadamente.

Llegué al Teatro, no encontraba la entrada al evento, la rabia me invadió por un momento, hasta que un policía que se encontraba en una esquina me ubicó y me indicó la entrada. Subí las escaleras rápidamente, llegué a la entrada del Teatro, donde los organizadores tomaban los datos personales de los asistentes, hice la cola para registrarme y recibir mi escarapela de asistente, el proceso fue rápido, cuando pasé a registrarme, la señorita me preguntó el nombre, pero no me entendía bien, yo estaba agitado, le repetí dos veces: -Mi nombre es Diego Rubiano, señorita- después del registro, recibí mi escarapela y obsequio que daba Kien y Ke a los participantes: unos audífonos marcados con el nombre de la emisora virtual que transmitía el evento Kabina K y una tarjeta con el nombre de usuario y contraseña para acceder al servicio de Wi Fi.

Subí las escaleras que daban con el balcón del Teatro Mayor, entré, había acabado de empezar la conferencia de Arianna Huffington, pensé que la conferencia sería en español, por lo que yo hice caso omiso y no reclamé un dispositivo traductor, salí del teatro, pedí un traductor y volví a entrar, la conferencia era interesante, Arianna tiene un humor exquisito. Disfruté la conferencia y la sesión de preguntas. Al finalizar, el moderador, de quien no recuerdo el nombre, nos invitó a un break coffee  de media hora antes de que iniciara la conferencia de Rodrigo Figueroa Reyes. Bajé al primer piso donde estaban dispuestas dos carpas con mesas y sofás para los participantes, brindaron café de Juan Valdez y galletas, la cola era larguísima, y el personal de logística, periodistas, fotógrafos, escoltas y organizadores paseaban por lado y lado, incomodando la cola. Fueron quince minutos de espera antes de recibir el café, o sea, medio receso.

Mientras esperaba sentado a la próxima conferencia, recordé que tenía dos cosas importantes que hacer en la universidad: grabar un programa radial para la emisora de mi universidad Uniminuto Radio, y celebrar el cumpleaños de un amigo, que también se iba a realizar en la universidad. Con algo de tristeza y rabia, me tocó abandonar el evento, sin disfrutar de todas las conferencias, muy enriquecedoras, por cierto, para mi formación como comunicador social y periodista, pero con la felicidad que me da al saber que estuve en la conferencia de Arianna Huffington, y con la esperanza de que tan maravilloso festival se repita el próximo año, y que yo pueda asistir y disfrutarlo por completo.

Diego Hernán Rubiano Devia

Amando y odiando a Bogotá



Esta entrada, la escribo desde la indignación que me invade todos los días al salir de casa y pasar por las calles bogotanas. Ver cosas y situaciones que me hacen odiar, de una u otra manera, esta ciudad. Es contradictorio, porque amo a Bogotá, la ciudad donde nací, la ciudad que me vio crecer y la ciudad donde vivo.

Debo reconocer que odio el hediondo olor a buseta que penetra a Bogotá, odio a los conductores de esas busetas, y también los de taxi, que, con algunas excepciones, son unos animales al volante, muchos, la mayoría, tienen millonarias multas de transito, la música burda que ponen durante el viaje, sin importar si incomodan o no a los pasajeros. Odio los vendedores que se suben al transporte público, que piensan que comprarles a ellos debe ser una obligación, valiéndose de la lástima, que se enojan cuando uno no los saluda, y que ahora también invaden Transmilenio.

Odio caminar por los andenes y aceras, donde el transito es perturbado por bolsas de basura que generan mal aspecto, donde en cada esquina hay mierda de perro, donde se ubican vendedores informales que se creen los dueños del espacio público. Odio, además, las ordinarias imágenes navideñas que se pintan en los andenes cada diciembre, las mismas imágenes que también pintan en los postes, porque creen que eso va a embellecer las calles.
Odio ver panfletos, con publicidad política y comercial, pegados en cada rincón de la ciudad, pero odio más, ver a esas personas que salen a la calle con camisetas de propaganda política, de la última campaña electoral, esas personas deben ser las mismas que vendieron su voto por un plato de lechona y por la camiseta que llevan puesta.

Odio la mayoría de establecimientos comerciales, odio los horribles nombres que les ponen, muchos de ellos, una mala imitación de nombres de establecimientos reconocidos; pero odio, además, esos establecimientos que tienen nombres en ingles, mal escritos, como si hacer eso les fuera a dar algún grado de estatus.
Odio los huecos que invaden a Bogotá, y más cuando llueve, parecen trochas, son carreteras precarias, untadas de corrupción, llenas de remiendos temporales que son más costosos que arreglar toda la vía.

Odio los grafitis que se leen en los muros, grafitis sin ningún sentido estético o social, grafitis de equipos de futbol, grafitis con malas palabras –como si decir malas palabras y groserías nos representaran como colombianos-.

Odio ver como la clase popular se queja de las instituciones políticas del país, pero cundo se les pregunta el funcionamiento de estas, no saben nada, la ignorancia prevalece. Pero odio aun mas a la clase política, que se aprovecha de la ignorancia del populacho para robarse el erario público del país y hacer reformas constitucionales que los beneficie.

Odio a los celadores, quienes se creen dueños del lugar donde trabajan. Odio cuando le lamben el culo al jefe diciéndole doctor.

Odio la música que escucha la clase popular, el reggaetón, el vallenato, los asquerosos corridos prohibidos, la música de despecho. Así mismo, odio los antros de mala muerte, que invaden cada día más a la ciudad, los tomaderos y bailaderos a los que muchos se atreven a llamarlos “bares”.

Odio los vehículos de tracción animal que aún circulan por Bogotá.

Odio el sol de Bogotá en la tarde, que parece de pueblo de tierra caliente.

Ustedes pensarán que odio a Bogotá, que soy un resentido social, muchos otros dirán que me vaya de esta ciudad si no me gusta. Pero, así como odio muchos aspectos de Bogotá, es más lo que amo de ella.

Amo, por ejemplo, los grandes parque y zonas verdes, fachadas como el Parque Simón Bolívar, el Parque el Virrey, el Parque de la 93, etc.

Amo la variedad gastronómica con la que cuenta la ciudad, buenos restaurantes, buenos bares y excelentes cafés.

Amo el sol de las mañanas, ese sol tranquilo que prevalece en algunas zonas de la ciudad.

Amo la gran oferta de establecimientos comerciales que están empezando a abrir, y grandes centros comerciales, dignos de los grandes centros comerciales del mundo.

Amo la lluvia y las tardes grises, sobre todo en el centro histórico.

Amo la programación cultural y deportiva que se ofrece, los clásicos en El Campín, la ciclovía los domingos y días festivos, los conciertos de la Filarmónica de Bogotá.

Amo los museos, iglesias de estilo colonial, la combinación entre la arquitectura antigua y la arquitectura actual.

Amo las grandes bibliotecas con las que cuenta Bogotá, teatros y demás centros turísticos.
¿Todo es bueno? No ¿todo es malo? Tampoco lo creo


Diego Hernán Rubiano Devia

miércoles, 10 de abril de 2013

A los de siempre…


No quiero rayar en lo cursi ni en lo ridículo, pero es justo y necesario reflexionar sobre mi vida, evaluarme a mí mismo, evaluar mi manera de ser y preguntarme ¿Qué estoy haciendo mal? o afirmar: “estoy haciendo algo jodidamente mal” y dar el primer paso para cambiar, para enderezar el rumbo de mi vida.

Pero llevarme a reflexionar no fue por obra y gracia del Espíritu Santo, a no ser que el Espíritu Santo los haya mandado a ustedes para darme consejos, para hacerme caer en cuenta de lo que estoy haciendo bien y lo que estoy haciendo mal, y créanme que me hicieron aterrizar, el golpe es duro, pero reaccioné, a último momento, pero reaccioné. Y ya me lo habían advertido desde el primer instante, pero mi prepotencia y mi egocentrismo hicieron que yo hiciera caso omiso a lo que ustedes me decían ¿el egocentrismo enceguece y ensordece? Al parecer sí, o al menos a mí me pasó.

Imprudente, egocéntrico, elitista, son palabras que últimamente fueron tendencia en mí. Palabras duras pero reales, palabras con las que ustedes han definido alguna vez en su vida, pero ¿Qué mejor amigo que el que te dice la verdad así duela? Quizá yo me encontraba enclaustrado en mi propia burbuja, en mi propio mundo, pasando, muchas veces por encima de los demás sin importar a quien hería, sin importar lo que muchas veces, pensaran u opinaran ustedes. Muchas veces me creí el ombligo del mundo y termine creyéndome el cuento yo solo.

Aprendí, en parte, gracias a ustedes, a respetar ideales y concepciones del mundo, ideologías políticas, a respetar opiniones y a no pensar que yo era el único que tenía la razón y la verdad.
Las palabras hieren más que los golpes, y alguno de ustedes me lo dijo alguna vez, y eso radica en mi imprudencia y en mi lenguaje altamente excluyente, por ahí dicen que las balas y las palabras no regresan de donde salieron, eso lo he comprendido gracias a ustedes, a esas críticas constructivas a las que siempre hice caso omiso. Y ¿Por qué hacía caso omiso a esas palabras? Por el tono en el que, muchas veces alguno de ustedes me dijo esas palabras, que, mal interpretadas por mí, sonaban como si ustedes se creyeran los amos y dueños de la moral. Pero bueno, creo que no era así.
Gracias por hacerme caer en cuenta de mis errores, espero también estar aportando algo bueno de mí en ustedes. Me he dado cuenta que el tiempo pasa y con él, las respuestas vienen.

Gracias a ustedes… A los de siempre…
Posdata: Perdón por haber rayado en lo cursi y en lo ridículo a lo largo de este texto.

Diego Hernán Rubiano Devia

lunes, 8 de abril de 2013

¿Marcha por la paz o marcha por intereses políticos?


La Marcha por la Paz, el tema que marca la agenda noticiosa y política del país esta semana, está llena de opiniones, debates y discusiones entre la opinión pública.
Mientras muchos aseguran que la marcha que se realizará mañana a lo largo y ancho del país es una manifestación por la paz que tan hemos anhelado los colombianos desde hace más de medio siglo, otros piensan que esta marcha es simplemente una fachada de intereses políticos y mediáticos.

Esta marcha, que se realiza mañana, se celebra en un día conmemorativo para el país: 9 de abril, día en el que se conmemora el asesinato del caudillo liberal Jorge Eliecer Gaitán; die en el que, según lo establecido por el gobierno, se conmemora el día de las víctimas del conflicto armado.

El evento fue propuesto por el Movimiento marcha Patriótica, liderado por la ex senadora Piedad Córdoba, en septiembre del año pasado. Consiste en un evento donde los colombianos salimos a la calle a manifestarnos por la paz, un evento que cobije los diálogos que se realizan actualmente entre el Gobierno y la guerrilla de las Farc en La Habana, Cuba. Luego, el Alcalde de Bogotá Gustavo Petro manifestó su apoyo a aquella marcha y convocó a todo el Distrito y a los bogotanos para que hicieran parte de esta. Desde ese momento, la opinión pública empezó a rumorar que la intención del burgomaestre era hacer campaña para lanzarse como posible candidato a la presidencia en las elecciones de 2014, estando aún en la administración distrital. Por eso a muchos bogotanos que están en oposición a la administración de Petro, no les convenía firmar la revocatoria del mandatario, puesto que así le sería más fácil lanzarse a la presidencia el próximo año.

El Presidente Juan Manuel Santos también apoyó la marcha, y claro que tenía que hacerlo, porque él es el gestor  de los diálogos que se realizan actualmente en La Habana, porque sería ilógico que él y su gabinete de gobierno se fuera en contra de la marcha, cuando él mismo manifestó durante su posesión que quería ser el presidente de la paz. Pero no crean que el apoyo que ofrece Santos al evento de mañana lo hace de buena gente. Santos sabe que se acercan las próximas elecciones y que si quiere continuar con el proceso de paz, tiene que hacerse reelegir, y ¿Qué mejor oportunidad que la de mañana 9 de abril? Y aún con más razón, sabiendo que debido al proceso de paz con las Farc, bajó drásticamente su popularidad en las encuestas, popularidad que tiene que lograr recuperar antes de mayo de 2014.

Pero no solo Piedad Córdoba, Gustavo Petro y Juan Manuel Santos están “haciendo campaña” detrás de la Marcha del 9 de Abril, los integrantes del Partido de Unidad Nacional, el Partido Verde y otros tantos partidos políticos están aprovechando para hacer política pura.
Hay algo curioso que se presenta con respecto a este tema, y es algo paradójico, porque hay dos partidos opuestos haciendo oposición a la marcha del día de mañana. Por un lado se encuentra el ex presidente Álvaro Uribe y su partido Puro Centro Democrático, y por el otro lado se encuentra el POLO Democrático. El primero, como ya todos los sabemos, le está haciendo oposición a Santos y a su gobierno, al igual que a la Marcha Patriótica y a todos los movimientos de izquierda. El segundo, que también está en oposición a Santos y a su gobierno, está en contra de la marcha, igual que el primero.

Pero si el Gobierno Nacional no hubiera decidido apoyar la marcha ¿los medios masivos estarían hablando del tema? ¿La marcha se convertiría en un acto vandálico como se ha presentado varias veces en manifestaciones de este tipo? Tal vez si, tal vez no, lo único seguro es que, nosotros, los colombianos de a pie, los colombianos del común, que vamos a marchar, no lo hacemos por ser simpatizantes de Córdoba o simpatizantes de Santos, lo hacemos porque estamos convencidos y tenemos la esperanza de que se puede llegar a la paz, que algún día podemos ofrecerle un mejor país a nuestros hijos. Y los colombianos del común, los colombianos de a pie que no decidan ir a la marcha, tampoco quiere decir que sean simpatizantes del uribismo o simpatizantes del POLO, es respetable cada una de las decisiones que tomemos, lo único cierto es que es triste que la marcha se utilice como fachada política.

Diego Hernán Rubiano Devia

domingo, 7 de abril de 2013

DE LA CULTURA CIUDADANA EN BOGOTÁ (Entrega III: Escándalo en la vía pública).


"¿Quién no se ha desvelado por culpa de un vecino que tiene su equipo de sonido a todo volumen? ¿Quién no se ha despertado con el burdo e incomodo perifoneo de un vendedor de mazamorra?"

Como ya lo había expresado en una entrega anterior en este mismo blog, a la que titulé: “Del perifoneo y el derecho a la tranquilidad” donde expreso mi inconformidad con el escándalo que genera en los vecindarios muchos de los vendedores informales, irrespetando la tranquilidad de los vecinos, he querido profundizar este tema y darle una mirada mas abierta a los diferentes factores que impiden la tranquilidad de los ciudadanos.

¿Quién no se ha desvelado por culpa de un vecino que tiene su equipo de sonido a todo volumen? ¿Quién no se ha despertado con el burdo e incomodo perifoneo de un vendedor de mazamorra? Creo que todos hemos vivido alguna de estas incomodas experiencias, sobre todo en Bogotá, donde el escándalo en la vía publica es el pan de cada día, y no solo en los barrios “populares”, sino en todos los sectores sin importar estrato social y económico.

Empecemos por el caso más común: los vecinos escandalosos. Vecinos “fiesteros” y problemáticos nunca faltan en el vecindario. Esos vecinos que tienen un tinte folclórico, que no pierden la oportunidad para hacer fiestas por cualquier motivo, no importa si es viernes, sábado, domingo o miércoles, al vecino bochinchero no le importa eso, el simplemente hace su fiesta sin tener en cuenta que hay gente que tiene que madrugar al día siguiente, sin tener en cuenta que puede haber personas enfermas, personas que simplemente quieren estar en paz y tranquilidad en la comodidad de su casa, con su pareja, con sus padres, con sus hijos, etc. pero esto no es lo más preocupante. Lo preocupante es cuando uno llama a la policía para controlar el escándalo, la cual se puede demorar hasta una hora en responder y llegar a calmar a aquellos vecinos, claro, si llegan, porque muchas veces la policía no llega, porque no les parece un caso de suma importancia. Pero cuando uno los llama y calman a los vecinos, téngalo por seguro que ya su vecino se ha convertido en su enemigo número uno.  Claro está que en el imaginario del susodicho a todo el mundo le gusta la música que a este le gusta, es más, la música que siempre suena a todo volumen es la música más burda, cliché y sin sentido que puede haber, y sin el ánimo de ofender a los seguidores de estos géneros, podemos observar que el tipo de música que siempre ponen es: vallenato, reggaetón, hip-hop, champeta, una que otra salsa, corridos prohibidos, música popular, que, como dice un profesor en mi universidad: música que solo escucha el populacho.

Ahora, no falta el vecino desadaptado que se levanta un sábado a hacer aseo en su casa, pero no sin antes prender el equipo de sonido y poner las famosas “emisoras de buseta”, emisoras que solo transmiten el tipo de música que acabo de mencionar: Candela, Oxigeno, Rumba St., La Vallenata, Radio Uno, etc.

Miremos otro factor que se ve a diario y que ya forma de nuestro panorama: el perifoneo. Este tipo de escándalo, por lo general se escucha los fines de semana por la mañana. El vendedor de mazamorra, el vendedor de tamales, el vendedor de envueltos, y a veces, el vendedor de pescado. Con los cuales uno muchas veces se levanta los sábados a las siete de la mañana. Claro está que en Bogotá no hay control por parte de las autoridades locales para regular este método incomodo de venta, ya que si se intervienen se les estaría “violando” el derecho al trabajo. Pero lo que nadie se ha preguntado es ¿Dónde queda nuestro derecho a la tranquilidad?

Pero no solo los vecinos escandalosos y los vendedores que utilizan el perifoneo son los gestores de escándalo en la vía publica. Los vehículos, bueno, los dueños de los vehículos, muchas veces aportan al escándalo en la vía pública, esos conductores desadaptados que piensan que el pito empuja, o que pitar va a hacer que el tráfico en la ciudad se acelere. Es más, los mismos vecinos, que cuando llegan a casa en su carro, no se toman la molestia de timbrar sino que se limitan a pitar un par de veces para que les abran. Lo mismo pasa con el servicio de taxi que uno solicita, muchas veces los taxistas no se molestan en bajarse del carro y timbrar para avisar que el móvil se encuentra disponible, sino que llaman al cliente por medio de “pitazos”. Es algo totalmente incomodo y estresante. Aunque los dueños de vehículos particulares lo hacen, siempre se ve este gesto de mal gusto en los camioneros, taxistas y buseteros, quienes pitan por todo, pitan porque hay un semáforo en rojo, porque hay tráfico lento, hasta porque hay un carro detrás y otro adelante. Teniendo en cuenta que los buses y camiones tienen bocinas estilo trompetas que suenan asquerosamente duro y es molesto, sobre todo cuando uno es el que va en el vehículo de al lado. Y no solo eso, muchos conductores pitan estando al frente de centros médicos, clínicas y hospitales, hacen caso omiso a las señales reglamentarias de “PROHIBIDO PITAR”. En un programa que emite Blu Radio los sábados, llamado Autos y Motos denunciaban este tipo de escándalo, llegando a decir que los carros deberían tener un límite mensual de un minuto  para pitar, el comentario, en forma jocosa, tiene mucha razón y en realidad es muy molesto.

Otros casos muy comunes en Bogotá los podemos ver en el centro histórico, en el sector de San Victorino y en la, ahora peatonalizada Carrera 7ma, donde los vendedores ambulantes se tomaron la mitad de la Séptima para exhibir sus artículos, obstruyendo el paso de los peatones. La alcaldía no se ha pronunciado al respecto, seguramente porque no ha habido denuncias formales.

Diego Hernán Rubiano Devia. 

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