¡A la orden la mazamorra! ¡Si hay pescado, si hay
pescado! ¡Siga, mire sin compromiso! ¡El banano, a tan solo MIL Pesitos! Son
algunas de las frases que los bogotanos ya estamos acostumbrado a escuchar a
diario por la calle.
Hace diez años, más o menos, el perifoneo y la venta
informal, residían exclusivamente en los barrios populares de la capital
colombiana. Lugares cercanos a la tradicional Plaza de Abastos en Kennedy, el
Mercado de las Pulgas en Usaquén, la plaza de mercado de Paloquemao, o las
ventas ambulantes en el popular barrió 20 de Julio, eran sitios donde, desde
siempre, ha existido la actividad del perifoneo como una forma inmediata de
publicidad utilizada por los vendedores informales para ofrecer sus productos.
Ahora, en los últimos años, esta actividad se ha ido extendiendo a lo largo y
ancho de la ciudad, podemos ver en cualquier localidad, a cualquier hora, a
muchos vendedores ambulantes que se “rebuscan” su sustento diario, vendiendo a
través del perifoneo.
Esta actividad se convirtió en un fenómeno muy molesto
para los habitantes de los sectores por donde pasan estos vendedores con sus
megáfonos en alto volumen. Se viola el derecho a la tranquilidad, se da un mal
aspecto al espacio público, e incomoda a los transeúntes que pasan por los andenes.
El derecho al trabajo es un derecho fundamental aquí y en
cualquier parte del mundo. Pero así como ellos hacen valer su derecho al
trabajo, deberían respetar los derechos de los demás. ¿Dónde queda el derecho a
la tranquilidad? Por ahí dicen que “tus derechos empiezan, donde terminan los
míos”, ¿es válido ejercer un derecho propio, pasando por encima de los derechos
de los demás?
Los vendedores que usan este método para dirigirse a sus
“clientes”, deberían pensar en los demás, ellos tienen derecho a vender sus
artículos, sin necesidad de recurrir al incomodo y burdo perifoneo, hay otras
formas de vender, formas que no incomoden a la comunidad. Además, el problema
también es de nosotros como comunidad, como vecinos, porque no conocemos
nuestros derechos, desconocemos los organismos de control zonales, como la
policía, las alcaldías locales, etc. a los que nos podemos dirigir para
denunciar este tipo de atropellos.
Tengo la esperanza de que en un futuro haya más
oportunidades formales de empleo, donde muchas personas de bajos recursos no
tengan que optar por este tipo de trabajo informal, que es indigno para ellos e
incomodo para nosotros.
Diego Hernán Rubiano Devia
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