sábado, 2 de marzo de 2013

DEL PERIFONEO Y EL DERECHO A LA TRANQUILIDAD



¡A la orden la mazamorra! ¡Si hay pescado, si hay pescado! ¡Siga, mire sin compromiso! ¡El banano, a tan solo MIL Pesitos! Son algunas de las frases que los bogotanos ya estamos acostumbrado a escuchar a diario por la calle.

Hace diez años, más o menos, el perifoneo y la venta informal, residían exclusivamente en los barrios populares de la capital colombiana. Lugares cercanos a la tradicional Plaza de Abastos en Kennedy, el Mercado de las Pulgas en Usaquén, la plaza de mercado de Paloquemao, o las ventas ambulantes en el popular barrió 20 de Julio, eran sitios donde, desde siempre, ha existido la actividad del perifoneo como una forma inmediata de publicidad utilizada por los vendedores informales para ofrecer sus productos. Ahora, en los últimos años, esta actividad se ha ido extendiendo a lo largo y ancho de la ciudad, podemos ver en cualquier localidad, a cualquier hora, a muchos vendedores ambulantes que se “rebuscan” su sustento diario, vendiendo a través del perifoneo.

Esta actividad se convirtió en un fenómeno muy molesto para los habitantes de los sectores por donde pasan estos vendedores con sus megáfonos en alto volumen. Se viola el derecho a la tranquilidad, se da un mal aspecto al espacio público, e incomoda a los transeúntes que pasan por los andenes.

El derecho al trabajo es un derecho fundamental aquí y en cualquier parte del mundo. Pero así como ellos hacen valer su derecho al trabajo, deberían respetar los derechos de los demás. ¿Dónde queda el derecho a la tranquilidad? Por ahí dicen que “tus derechos empiezan, donde terminan los míos”, ¿es válido ejercer un derecho propio, pasando por encima de los derechos de los demás?

Los vendedores que usan este método para dirigirse a sus “clientes”, deberían pensar en los demás, ellos tienen derecho a vender sus artículos, sin necesidad de recurrir al incomodo y burdo perifoneo, hay otras formas de vender, formas que no incomoden a la comunidad. Además, el problema también es de nosotros como comunidad, como vecinos, porque no conocemos nuestros derechos, desconocemos los organismos de control zonales, como la policía, las alcaldías locales, etc. a los que nos podemos dirigir para denunciar este tipo de atropellos.

Tengo la esperanza de que en un futuro haya más oportunidades formales de empleo, donde muchas personas de bajos recursos no tengan que optar por este tipo de trabajo informal, que es indigno para ellos e incomodo para nosotros.

Diego Hernán Rubiano Devia 

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