"¿Quién no se ha desvelado por culpa de un vecino que tiene su equipo de sonido a todo volumen? ¿Quién no se ha despertado con el burdo e incomodo perifoneo de un vendedor de mazamorra?"
Como ya lo había expresado en una entrega anterior en este mismo blog, a la
que titulé: “Del perifoneo y el derecho a la tranquilidad” donde expreso mi
inconformidad con el escándalo que genera en los vecindarios muchos de los vendedores
informales, irrespetando la tranquilidad de los vecinos, he querido profundizar
este tema y darle una mirada mas abierta a los diferentes factores que impiden
la tranquilidad de los ciudadanos.
¿Quién no se ha desvelado por culpa de un vecino que tiene su equipo de
sonido a todo volumen? ¿Quién no se ha despertado con el burdo e incomodo
perifoneo de un vendedor de mazamorra? Creo que todos hemos vivido alguna de
estas incomodas experiencias, sobre todo en Bogotá, donde el escándalo en la vía
publica es el pan de cada día, y no solo en los barrios “populares”, sino en
todos los sectores sin importar estrato social y económico.
Empecemos por el caso más común: los vecinos escandalosos. Vecinos “fiesteros”
y problemáticos nunca faltan en el vecindario. Esos vecinos que tienen un tinte
folclórico, que no pierden la oportunidad para hacer fiestas por cualquier
motivo, no importa si es viernes, sábado, domingo o miércoles, al vecino
bochinchero no le importa eso, el simplemente hace su fiesta sin tener en
cuenta que hay gente que tiene que madrugar al día siguiente, sin tener en
cuenta que puede haber personas enfermas, personas que simplemente quieren
estar en paz y tranquilidad en la comodidad de su casa, con su pareja, con sus
padres, con sus hijos, etc. pero esto no es lo más preocupante. Lo preocupante
es cuando uno llama a la policía para controlar el escándalo, la cual se puede
demorar hasta una hora en responder y llegar a calmar a aquellos vecinos,
claro, si llegan, porque muchas veces la policía no llega, porque no les parece
un caso de suma importancia. Pero cuando uno los llama y calman a los vecinos, téngalo
por seguro que ya su vecino se ha convertido en su enemigo número uno. Claro está que en el imaginario del susodicho
a todo el mundo le gusta la música que a este le gusta, es más, la música que
siempre suena a todo volumen es la música más burda, cliché y sin sentido que
puede haber, y sin el ánimo de ofender a los seguidores de estos géneros,
podemos observar que el tipo de música que siempre ponen es: vallenato, reggaetón,
hip-hop, champeta, una que otra salsa, corridos prohibidos, música popular,
que, como dice un profesor en mi universidad: música que solo escucha el
populacho.
Ahora, no falta el vecino desadaptado que se levanta un sábado a hacer aseo
en su casa, pero no sin antes prender el equipo de sonido y poner las famosas “emisoras
de buseta”, emisoras que solo transmiten el tipo de música que acabo de mencionar:
Candela, Oxigeno, Rumba St., La Vallenata, Radio Uno, etc.
Miremos otro factor que se ve a diario y que ya forma de nuestro panorama:
el perifoneo. Este tipo de escándalo, por lo general se escucha los fines de
semana por la mañana. El vendedor de mazamorra, el vendedor de tamales, el
vendedor de envueltos, y a veces, el vendedor de pescado. Con los cuales uno
muchas veces se levanta los sábados a las siete de la mañana. Claro está que en
Bogotá no hay control por parte de las autoridades locales para regular este método
incomodo de venta, ya que si se intervienen se les estaría “violando” el
derecho al trabajo. Pero lo que nadie se ha preguntado es ¿Dónde queda nuestro
derecho a la tranquilidad?
Pero no solo los vecinos escandalosos y los vendedores que utilizan el
perifoneo son los gestores de escándalo en la vía publica. Los vehículos,
bueno, los dueños de los vehículos, muchas veces aportan al escándalo en la vía
pública, esos conductores desadaptados que piensan que el pito empuja, o que
pitar va a hacer que el tráfico en la ciudad se acelere. Es más, los mismos
vecinos, que cuando llegan a casa en su carro, no se toman la molestia de
timbrar sino que se limitan a pitar un par de veces para que les abran. Lo mismo
pasa con el servicio de taxi que uno solicita, muchas veces los taxistas no se
molestan en bajarse del carro y timbrar para avisar que el móvil se encuentra
disponible, sino que llaman al cliente por medio de “pitazos”. Es algo
totalmente incomodo y estresante. Aunque los dueños de vehículos particulares
lo hacen, siempre se ve este gesto de mal gusto en los camioneros, taxistas y buseteros,
quienes pitan por todo, pitan porque hay un semáforo en rojo, porque hay tráfico
lento, hasta porque hay un carro detrás y otro adelante. Teniendo en cuenta que
los buses y camiones tienen bocinas estilo trompetas que suenan asquerosamente
duro y es molesto, sobre todo cuando uno es el que va en el vehículo de al
lado. Y no solo eso, muchos conductores pitan estando al frente de centros médicos,
clínicas y hospitales, hacen caso omiso a las señales reglamentarias de “PROHIBIDO
PITAR”. En un programa que emite Blu Radio los sábados, llamado Autos y Motos
denunciaban este tipo de escándalo, llegando a decir que los carros deberían
tener un límite mensual de un minuto
para pitar, el comentario, en forma jocosa, tiene mucha razón y en
realidad es muy molesto.
Otros casos muy comunes en Bogotá los podemos ver en el centro histórico,
en el sector de San Victorino y en la, ahora peatonalizada Carrera 7ma, donde
los vendedores ambulantes se tomaron la mitad de la Séptima para exhibir sus artículos,
obstruyendo el paso de los peatones. La alcaldía no se ha pronunciado al
respecto, seguramente porque no ha habido denuncias formales.
Diego Hernán Rubiano Devia.
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