domingo, 7 de abril de 2013

DE LA CULTURA CIUDADANA EN BOGOTÁ (Entrega III: Escándalo en la vía pública).


"¿Quién no se ha desvelado por culpa de un vecino que tiene su equipo de sonido a todo volumen? ¿Quién no se ha despertado con el burdo e incomodo perifoneo de un vendedor de mazamorra?"

Como ya lo había expresado en una entrega anterior en este mismo blog, a la que titulé: “Del perifoneo y el derecho a la tranquilidad” donde expreso mi inconformidad con el escándalo que genera en los vecindarios muchos de los vendedores informales, irrespetando la tranquilidad de los vecinos, he querido profundizar este tema y darle una mirada mas abierta a los diferentes factores que impiden la tranquilidad de los ciudadanos.

¿Quién no se ha desvelado por culpa de un vecino que tiene su equipo de sonido a todo volumen? ¿Quién no se ha despertado con el burdo e incomodo perifoneo de un vendedor de mazamorra? Creo que todos hemos vivido alguna de estas incomodas experiencias, sobre todo en Bogotá, donde el escándalo en la vía publica es el pan de cada día, y no solo en los barrios “populares”, sino en todos los sectores sin importar estrato social y económico.

Empecemos por el caso más común: los vecinos escandalosos. Vecinos “fiesteros” y problemáticos nunca faltan en el vecindario. Esos vecinos que tienen un tinte folclórico, que no pierden la oportunidad para hacer fiestas por cualquier motivo, no importa si es viernes, sábado, domingo o miércoles, al vecino bochinchero no le importa eso, el simplemente hace su fiesta sin tener en cuenta que hay gente que tiene que madrugar al día siguiente, sin tener en cuenta que puede haber personas enfermas, personas que simplemente quieren estar en paz y tranquilidad en la comodidad de su casa, con su pareja, con sus padres, con sus hijos, etc. pero esto no es lo más preocupante. Lo preocupante es cuando uno llama a la policía para controlar el escándalo, la cual se puede demorar hasta una hora en responder y llegar a calmar a aquellos vecinos, claro, si llegan, porque muchas veces la policía no llega, porque no les parece un caso de suma importancia. Pero cuando uno los llama y calman a los vecinos, téngalo por seguro que ya su vecino se ha convertido en su enemigo número uno.  Claro está que en el imaginario del susodicho a todo el mundo le gusta la música que a este le gusta, es más, la música que siempre suena a todo volumen es la música más burda, cliché y sin sentido que puede haber, y sin el ánimo de ofender a los seguidores de estos géneros, podemos observar que el tipo de música que siempre ponen es: vallenato, reggaetón, hip-hop, champeta, una que otra salsa, corridos prohibidos, música popular, que, como dice un profesor en mi universidad: música que solo escucha el populacho.

Ahora, no falta el vecino desadaptado que se levanta un sábado a hacer aseo en su casa, pero no sin antes prender el equipo de sonido y poner las famosas “emisoras de buseta”, emisoras que solo transmiten el tipo de música que acabo de mencionar: Candela, Oxigeno, Rumba St., La Vallenata, Radio Uno, etc.

Miremos otro factor que se ve a diario y que ya forma de nuestro panorama: el perifoneo. Este tipo de escándalo, por lo general se escucha los fines de semana por la mañana. El vendedor de mazamorra, el vendedor de tamales, el vendedor de envueltos, y a veces, el vendedor de pescado. Con los cuales uno muchas veces se levanta los sábados a las siete de la mañana. Claro está que en Bogotá no hay control por parte de las autoridades locales para regular este método incomodo de venta, ya que si se intervienen se les estaría “violando” el derecho al trabajo. Pero lo que nadie se ha preguntado es ¿Dónde queda nuestro derecho a la tranquilidad?

Pero no solo los vecinos escandalosos y los vendedores que utilizan el perifoneo son los gestores de escándalo en la vía publica. Los vehículos, bueno, los dueños de los vehículos, muchas veces aportan al escándalo en la vía pública, esos conductores desadaptados que piensan que el pito empuja, o que pitar va a hacer que el tráfico en la ciudad se acelere. Es más, los mismos vecinos, que cuando llegan a casa en su carro, no se toman la molestia de timbrar sino que se limitan a pitar un par de veces para que les abran. Lo mismo pasa con el servicio de taxi que uno solicita, muchas veces los taxistas no se molestan en bajarse del carro y timbrar para avisar que el móvil se encuentra disponible, sino que llaman al cliente por medio de “pitazos”. Es algo totalmente incomodo y estresante. Aunque los dueños de vehículos particulares lo hacen, siempre se ve este gesto de mal gusto en los camioneros, taxistas y buseteros, quienes pitan por todo, pitan porque hay un semáforo en rojo, porque hay tráfico lento, hasta porque hay un carro detrás y otro adelante. Teniendo en cuenta que los buses y camiones tienen bocinas estilo trompetas que suenan asquerosamente duro y es molesto, sobre todo cuando uno es el que va en el vehículo de al lado. Y no solo eso, muchos conductores pitan estando al frente de centros médicos, clínicas y hospitales, hacen caso omiso a las señales reglamentarias de “PROHIBIDO PITAR”. En un programa que emite Blu Radio los sábados, llamado Autos y Motos denunciaban este tipo de escándalo, llegando a decir que los carros deberían tener un límite mensual de un minuto  para pitar, el comentario, en forma jocosa, tiene mucha razón y en realidad es muy molesto.

Otros casos muy comunes en Bogotá los podemos ver en el centro histórico, en el sector de San Victorino y en la, ahora peatonalizada Carrera 7ma, donde los vendedores ambulantes se tomaron la mitad de la Séptima para exhibir sus artículos, obstruyendo el paso de los peatones. La alcaldía no se ha pronunciado al respecto, seguramente porque no ha habido denuncias formales.

Diego Hernán Rubiano Devia. 

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