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Imagen tomada de: elespectador.com |
Este artículo lo quería escribir hace mucho tiempo,
sintiendo indignación por el comportamiento de muchos bogotanos en el espacio
público. Intenté escribir algo parecido en mi espacio en la sección
Ciber-Periodistas de semana.com, pero al no darme a entender correctamente,
muchos lectores interpretaron mal mis palabras, y catalogaron el artículo de
elitista y clasista. Aquel artículo lo
titulé: 10 RAZONES POR LAS CUALES LOS BARRIOS DEL SUR DE BOGOTÁ NO PROGRESAN.
Ahora quiero reivindicarme y darme a entender en esta nueva entrada.
Transmilenio, el sistema masivo más importante de los
bogotanos se ha convertido en un espacio clave para la intolerancia y el
despotismo. Es común ver entre semana, en la hora pico de la mañana a muchas
personas congregadas en un paradero de rutas alimentadoras esperando el bus
verde, o en las estaciones troncales del sistema, esperando el bus articulado.
El número de personas es excesivo, las estaciones ya no dan abasto, el
resultado se ve en las largas filas que muchas veces llega hasta el final de
algunos puentes peatonales que dan entrada a las estaciones del sistema. La
llegada de un bus hace que los usuarios saquen lo peor de sí en el momento de
entrar en el bus. La gente se empuja, se golpea se pisotea entre sí, todo es
caos, no hay orden por parte del personal de Transmilenio. Los “amigos de lo
ajeno” aprovechan el desorden para robar billeteras, celulares, reproductores
de música y otros objetos de valor que los pasajeros llevan a la mano. Muchas
personas no respetan las sillas de color azul que están destinadas para las
personas discapacitadas, mujeres embarazadas o con niños en brazos y adultos
mayores; hay otros que piden la silla de mala manera, como si fuera obligación
ceder la silla. Las madres con hijos recién nacidos, muchas de ellas entran al
articulado con coche, incomodan a los demás pasajeros, invaden el espacio
destinado para ubicar las sillas de ruedas y algunas, no contentas con esto,
piden una silla azul. Esto es apenas el comienzo…
Los vendedores ambulantes, ahora son parte del paisaje en
Transmilenio. Estaciones como Banderas, Ricaurte y los Portales son blanco de
los vendedores informales que ofrecen productos como: Cocadas, cucas, manjar
blanco, etc. Y que, sin discriminar, dan mal aspecto al sistema, generan total
incomodidad e incomodan el paso de los pasajeros. Pero no solo los vendedores
ambulantes se han tomado las estaciones, en los articulados, de un tiempo para
acá, se han visto vendedores que ofrecen sus productos, otros solo se dedican a
pedir dinero, y también se ven “testigo de Jehová” predicando la “palabra del
señor” dentro de los buses. La mayoría de ellos, por no decir que todos, se
cuelan en el sistema; aprovechan que un articulado hace una parada para poder
ingresar por las puertas de vidrio sin pagar el pasaje, arriesgando su propia
vida y la seguridad del conductor y de los pasajeros.
Con respecto a las personas que se cuelan en el sistema,
fenómeno que se ha visto en los últimos años, estas aprovechan que los buses
rojos hacen una parada para poder entrar al sistema por un costado e ingresar
por las puertas automáticas de vidrio. Se han visto muchos accidentes en el
sistema por este tipo de actos, de los cuales ha habido víctimas mortales. Aún
no hay un nivel de conciencia en la sociedad bogotana que mida las
consecuencias de las consecuencias de este tipo de actos, las personas que hacen
esto piensan que su vida vale 1700 pesos.
Y la falta de respeto más grave que se puede concebir
dentro de Transmilenio es la de las personas que se suben con parlantes,
escuchando música a todo volumen, música, que personalmente, es de mal gusto,
incomoda a los usuarios y como ya lo decía anteriormente, es una falta de
respeto. En este tipo de actos se ve la falta de cultura de mucha gente.
Transmilenio se pensó, en sus inicios, como un sistema en el que se podía
viajar tranquilo, pero eso, al parecer ya se está acabando.
Hace poco, el diario El Espectador hizo un reportaje
sobre el costo que genera el mantenimiento de las puertas de vidrio de las
estaciones de Transmilenio. Se denunciaba el mal uso que los usuarios del
sistema hacen de ellas. Ponen pies y manos en las puertas para evitar que se
cierren, lo que genera daños en su mecanismo, esta es la razón por la cual
muchas veces las puertas no abren cuando llega el bus. A los bogotanos nos
cuesta el mantenimiento anual de las puertas, una suma aproximada de 1400
millones de pesos.
Rayar y grafitear la infraestructura de Transmilenio,
sentarse en el piso de los buses, sentarse y poner los pies sobre las barras de
agarre de los buses, arrojar basura, son algunos de los muchos ejemplos de
cultura ciudadana de la que carecen muchos de los bogotanos.
La próxima semana:
DE LA CULTURA CIUDADANA EN BOGOTÁ (Entrega II: Parques y zonas verdes).
Diego Hernán Rubiano Devia
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