sábado, 4 de octubre de 2014

El negocio de la educación

Tal vez uno de los temas más debatidos en Colombia sea el de la educación, porque básicamente la educación es el pilar fundamental del desarrollo del país en todos los aspectos. Y exigir una educación de calidad y gratuita, desde el kínder garden hasta la universidad, es un derecho que el Estado colombiano no nos puede negar.

Lamentablemente en el país del Sagrado Corazón, solo un pequeño porcentaje de los miles de bachilleres que se gradúan cada año, tienen la posibilidad de ingresar a una universidad privada, y si cuentan con algo de éxito, ingresar a la universidad pública. ¿Y si no cuentan con ninguna de las dos posibilidades? –hay tres opciones por las que puede optar un recién graduado del colegio: hacer una carrera técnica en el Sena para salir a laborar, simplemente laborar, o la peor opción… ingresar a estudiar a las llamadas “universidades de garaje”.

Las universidades de garaje se han convertido en el negocio perfecto de quienes ven las necesidades de muchos jóvenes por estudiar, pero que su situación económica no les permite acceder a estudios superiores. Estos improvisados centros de estudios superiores se han salido de control en los últimos años. Tan solo en Bogotá observamos un sinfín de centros educativos que ofrecen carreras técnicas y tecnológicas, con unas ofertas tentadoras en cada uno de sus programas, como si estuvieran promocionando productos en un supermercado, y no una oferta seria de educación.

Es preocupante saber que cada día son más los centros de estudio de garaje que se abren en el país, y más preocupante es saber que muchos son avalados por instituciones gubernamentales como el Sena, o eso es lo que suelen decir muchos de los carteles que ofertan varias de esas instituciones, además de aprobaciones oficiales y resoluciones del Ministerio de Educación Nacional (M.E.N).

Y lo que me parece curioso y hasta gracioso, es la forma en la que estas instituciones ofrecen sus servicios al mejor postor. He visto, por ejemplo, gente repartiendo volantes en los puentes peatonales o en las casas, brindando un programa de educación superior. Y es aterrador ver las instalaciones en donde los prospectos alumnos recibirán clases, que, para describirlas en pocas palabras, son locaciones burdas y paupérrimas que carecen de los elementos necesarios para poder desarrollar los programas académicos que ofrecen. No me imagino cómo será el perfil de los docentes que dan las clases.

¿Qué criterios toma el Ministerio de Educación para aprobar una institución educativa de este tipo? es una pregunta que se puede hacer cualquier persona que se dé a la tarea de analizar esta situación, que por cierto da por entendido que no hay entes de control dentro del M.E.N o en la Secretarías de Educación de cada ciudad.

Y está claro que la razón de fondo por la cual estos negocios son tan prósperos, y con una calidad de educación tan baja, es por la falta de oportunidades que muchas personas tienen para acceder a la educación superior en el país, lo que genera que estas vean una oportunidad de hacer una carrera sin garantía alguna al momento de entrar al campo laboral.

La única manera de acabar con estas instituciones informales es que el Gobierno colombiano invierta muchísimo más en educación, que la universidad pública se fortalezca, y así poder brindar educación de calidad a todos los ciudadanos, porque de lo contrario, vamos a seguir viendo vividores que quieran ganar dinero fácil, y decidan poner una institución “de educación superior” informal, y aprovecharse de las necesidades y la falta de oportunidades de muchas personas que sueñan con estudiar una carrera.

Diego H. Rubiano Devia

@DiegoRubianoD

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