“El
ser humano puede soportar una semana de sed, dos semanas de hambre, muchos años
sin techo, pero no puede soportar la soledad”.
Paulo
Coelho
Uno hace
amigos de acuerdo al entorno en el que se desempeña. En el colegio es más que
habitual decir que el grupo de compañeros que ha estado con uno durante los
once años de escolaridad, son amigos. Pero uno se da cuenta de eso en el
momento de la graduación. De tus supuestos treinta amigos que decías tener en
el colegio ¿A cuántos ves ahora? ¿A tres? ¿Máximo a diez? Ese es el primer paso
para identificar amigos. Los amigos no se hacen por la cantidad de tiempo que
los conozcas, sino por la calidad del tiempo con ellos.
Me decía
alguien alguna vez que uno no va a la universidad a hacer amigos, sino a
estudiar, pero como el hombre es sociable por naturaleza, uno tiene que
vincularse socialmente con el entorno, y es inevitable crear vínculos de
amistad, y a veces crear fuertes lazos con el otro. Ese alguien que alguna vez
me dijo eso, está totalmente equivocado. A pesar de que el vínculo empiece
siendo netamente académico, termina siendo muy personal. Y aunque ese grupo de
personas o ese individuo no haya crecido y vivido con uno “desde siempre”, no
significa que no se le pueda dar el título de “amigo”.
Conozco
personas que desde la casa les han inculcado la ya mencionada frase “uno a la
universidad no va a hacer amigos”, y crecen con el temor o la prevención de dar
y sentir afecto de amistada los demás. Obviamente no a todo el mundo se le
puede llamar amigo, porque el título de amistad se gana con unos pocos. Decía la
canción de una narco-novela colombiana: “Ratón y queso amigos son. No te confíes
de nadie…”. Pero si una persona está dispuesta a ofrecer su amistad ¿no es
mejor darle la oportunidad? Uno no puede rechazar a quien puede darle la mano,
pues uno no es una súper-persona para poder hacerlo todo por sí solo.
Pero
hay algo curioso, hay personas con las que uno ha compartido grandes cosas
durante ese lapsus de tiempo, han tenido problemas y los han resuelto juntos, hasta
se tienen grandes secretos guardados, etc. Pero aun así se consideran
simplemente “compañeros”. Mientras que a esas personas que uno ve de vez en
cuando, algunas que uno no ve desde el colegio, a esas personas si se les
considera amigos. Tal vez por lo que decía ahora, por haber “crecido juntos”.
De
pronto en el espacio académico uno está con las mismas personas por costumbre,
y pasa lo mismo que en el proceso de enamoramiento: 1. Se gustan 2. Se enamoran
3. Viven por costumbre. Pero en ese ambiente de costumbres uno empieza a
identificar a esas pocas personas a las que uno les puede dar el título de “amigos”.
Y es chistoso escuchar a las personas de la filosofía del “no vengo a hacer
amigos” refiriéndose a sus compañeros con términos como: amigo/a, amiguis. Eso me
hace pensar en una primera impresión que son personas doblemoralistas o tal vez
hipócritas, o mucho peor: en verdad consideran que si tienen amigos en el
entorno, pero durante su vida han adquirido una coraza demasiado dura para no
aceptar vínculos de amistad.
Por lo
que he podido observar, y puede que me esté equivocando, las personas de la
filosofía “no vengo a hacer amigos”, son personas que quizás en algún momento
de su vida les hicieron daño, las hicieron sufrir, les inculcaron algún tipo de
miedo durante su infancia, y para evitar volver a vivir esas etapas de dolor,
prefieren mostrar una faceta de dureza con los demás.
También
alguien me decía alguna vez que uno necesita tiempo para estar solo, y eso lo
comparto, porque no hay nada mejor que compartir tiempo con uno mismo, pensar,
tener su propio espacio. pero una persona que le teme a la soledad, puede que
busque su propio espacio pero a costa de los demás, sienten la necesidad de
alejarse aunque no lo quieran, y piden a gritos que los dejen solos, pero a su
vez no quieren que los dejen solos. Son personas reacias.
¿La
conclusión? –la conclusión solo la puede sacar cada uno desde lo personal.
Diego
Rubiano Devia.
@DiegoRubianoD
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