domingo, 20 de abril de 2014

EL VIACRUCIS DE IR AL CENTRO DE BOGOTÁ UN VIERNES SANTO

Visitar siete iglesias el Viernes Santo en el Centro de Bogotá se ha convertido en una costumbre de cada año, y es cada vez más la gente que se une a esta experiencia, unos por penitencia y tradición, otros en plan turístico, y gente como yo que va simplemente por el ambiente bohemio que ofrece el Centro histórico.

Dicen que el viacrucis lo vivimos lo vivimos a diario en nuestros constantes problemas, que así como Jesús, nos caemos pero nos volvemos a levantar. Pero el viacrucis de llegar al Centro a las 2pm, en medio de una ola de calor que no tiene nada que envidiarle a las ciudades de tierra caliente, es más que un viacrucis, es un karma.

Empecemos por mencionar lo complejo que es coger Transmilenio un viernes Santo, donde los buses son escasos y los servicios se demoran una eternidad por pasar, porque aunque el flujo de pasajeros sea poco en esta semana, los retrasos en los servicios hacen que se acumule tanta gente que parece que fuera hora pico. Primer sacrificio.

Llegar al Centro sobre la Avenida Jiménez y deprimirse al ver el sector de San Victorino solo, casi abandonado da algo de nostalgia, tal vez por la costumbre de ver ese lugar lleno, a punto de colapsar en un día normal. El calor de la tarde es tan intenso que los malos olores empiezan a fluir en el aire, y no solo en ese sector, en el camino hacia la Plaza de Bolívar es igual, gracias a los fluidos corporales que los habitantes de calle dejan. Segundo sacrificio.

Pasar por la ahora peatonalizada Carrera Séptima es un caos total, pues el tumulto de gente es de tal magnitud que se forman trancones de personas, quién lo iba a creer: ¡De personas! Y claro, de los vendedores informales que ahora se postran sobre toda la mitad de la Carrera Séptima y obstruyen el paso de los peatones. El trayecto en esas circunstancias hasta llegar a la Plaza de Bolívar fue de unos 15 minutos, claro, sin mencionar una pequeña pasara que hicimos en el Éxito (Antiguo Ley) para comprar bebidas. Tercer sacrificio.

Llegar por fin a la Plaza de Bolívar y entrar a la primera de iglesia del recorrido de las siete iglesias que hay que recorrer: La Catedral Primada. Monseñor Rubén Salazar quien presidía la misa de la pasión pareciese que estuviera hablando solo, pues nadie, aparentemente, prestaba atención a la ceremonia, sin importar si quiera el título de MONSEÑOR de aquel señor. Todos entraban a tomar fotos, visitar monumentos y volvían a salir. Y ¿Cómo prestar atención a una ceremonia donde los parlantes suenan lo más pasito posible? Cuarto Sacrificio.

El recorrido fue después por la Plaza del Rosario y el Parque Santander, en este último estaba en teatro callejero dentro del programa del Festival Iberoamericano de Teatro. El Museo del Oro se encontraba Cerrado, al igual que el museo del Edificio de Avianca, que creo que queda en el piso 23.

Luego el reto era devolvernos por la misma trágica Carrera Séptima para visitar las iglesias de San Francisco y La Veracruz, que estaban a punto de colapsar por la cantidad de gente. Era tanta gente que en La Veracruz tocó hacer una fila que cubría toda la cuadra. Gracias a Dios la Capilla del Sagrario se encontraba cerrada. Quinto sacrificio.

Siempre me han gustado los recorridos por los lugares históricos, por eso no vi como un sacrificio el recorrido que hicimos por La Candelaria, un lugar de casas antiguas y pequeños negocios santafereños, acompañados por las historias de mis papás: mi papá me contaba sus historias cuando trabaja en el Capitolio Nacional, y mi mamá sus historias cuando su oficina quedaba en un edificio aledaño a la Iglesia de San Francisco.

Aun faltando cuatro iglesias, fuimos a la Iglesia de la virgen del Carmen, una iglesia cuya arquitectura me llama mucho la atención, y en la cual me sentí más a gusto que en las demás. Una iglesia donde no había mucha gente, y la que había si estaba poniéndole cuidado a la misa. Inmediatamente, y faltando tres iglesias por recorrer, fuimos a la iglesia y al museo Santa Clara, pero lamentablemente el museo se encontraba cerrado, así que optamos por ir a la iglesia de San Agustín, una iglesia pequeña en tamaño pero grande en arquitectura. Sexto sacrificio.

El cansancio no pudo con nosotros y aún faltaban tres iglesias, así que subimos hasta la Carrera Decima y visitamos la última iglesia, la iglesia San Juan de Dios. Y sin haber culminado el recorrido, y habiendo faltado tres iglesias, nuestro recorrido por los templos terminó.

La última parada fue en Mc Donalds, el de la Avenida Jiménez, pero tocó comer solo helado porque para mi mamá es pecado comer carne y viernes Santo. Y el último sacrificio fue la interminable fila para pedir helados allí, que nos llevó casi 20 minutos de espera.
Creo que para compensar, el próximo año hay que recorrer 10 iglesias, para completar las que nos faltaron.

¡Felices pascuas!




Diego Rubiano

@DiegoRubianoD

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