Son indescriptibles los sentimientos de emoción y felicidad que
sentí cuando vi por los noticieros nacionales las imágenes del histórico
momento que se vivió en La Habana – Cuba, cuando los miembros de la mesa de
negociaciones y los representantes de los países garantes del proceso de paz
entre el gobierno nacional y la guerrilla de las Farc se dispusieron a firmar el
acuerdo sobre cese bilateral del fuego, quizá el punto más importante en la
mesa y el que le dio luz verde a lo que será el fin del conflicto con esa
guerrilla.
Ese jueves desde muy temprano estuve haciéndole seguimiento a
los medios de comunicación más importantes del país, a las redes sociales y las
opiniones de la gente con respecto a lo que iba a pasar en La Habana. Estaba
ansioso, pues de firmarse el punto del acuerdo del cese bilateral del fuego, la
historia reciente del país se dividiría en dos, y en un futuro podría decir con
orgullo que pertenezco a la generación de la paz. Al medio día, y teniendo el televisor, la radio y el
computador encendidos, escuché el himno nacional y me sentí más colombiano que
nunca, pues la estrofa de “cesó la horrible noche…” se iba a hacer realidad por
fin.
Y mientras en Cuba se hablaba de paz y todo era júbilo, la
guerra apenas empezaba virtualmente a través de las redes sociales. Comentarios
a favor y en contra del proceso de paz pasaron de ser un simple debate ciudadano
a ser un espacio donde la gente destilaba odio contra el otro, donde pensar
diferente era casi un crimen; que si estas a favor de las negociaciones eres un
terrorista, y que si estás en contra eres uribista y un paramilitar. Los
estereotipos y las estigmatizaciones pulularon a flor de piel durante toda la
tarde del jueves.
En el año 2012, cuando Álvaro Uribe aseguró que el gobierno de
Santos y las Farc estaban negociando de manera clandestina en La Habana, y los
medios de comunicación difundieron la noticia, la mayoría de los colombianos
quedamos en shock, pues veníamos de un proceso de paz fallido con el mismo grupo
guerrillero en la presidencia de Andrés Pastrana y el miedo era que la historia
se volviera a repetir, porque nada estaba asegurado en ese momento. Fue entonces cuando las redes sociales se
convirtieron en la plataforma predilecta para debatir sobre esa “nueva
oportunidad” para lograr por fin la paz, pero la mera opinión pasó a ser un
duelo de todos contra todos, donde finalmente el país quedó “polarizado”, si se
puede llamar de esa manera, y de ahí en adelante si no estás de acuerdo con lo
que se está negociando en Cuba, eres enemigo de la paz, y si estás a favor,
eres un apátrida indolente que no siente el país.
Dos claros ejemplos de intolerancia se presenciaron en la
misma semana en la que todo el mundo hablaba de paz. El primero fue cuando una
adolescente que se hacía llamar en redes sociales “Chamita Cheer” se hizo viral
luego de publicar una peculiar canción en apoyo a la Selección Colombia, donde
varios internautas se valieron de su condición socioeconómica y su particular
forma de hablar para denigrarla y convertirla en la “clase de colombianos que
no debemos ser”.
El segundo y más claro ejemplo de todos fue cuando Lina
Quintero, una Comunicadora social de la Universidad EAFIT de Medellín publicó el
pasado miércoles un video en el que expresa su indignación frente al actual
proceso de paz, y con lágrimas en los ojos relata varios horrores que las Farc
han cometido contra la población colombiana. El clip dio tanto de que hablar
que algunas personas la relacionaron directamente con el senador Álvaro Uribe y
hasta con las BACRIM, sin dejar de lado que, según ella, empezó a recibir
mensajes amenazantes e intimidatorios.
Diego Hernán Rubiano Devia
@DiegoRubianoD