Las nuevas tecnologías de la información, y en especial los
teléfonos móviles, han creado en nosotros un extraño pero peligroso ambiente de
distracción, pues estos aparatitos se han vuelto parte fundamental de nuestra cotidianidad .
Hace veinte años hubiera sido muy raro ver a una persona en
el transporte público mirando un aparato durante casi todo el recorrido sin
siquiera inmutarse por lo que estuviera pasado en su entorno. Hoy en día es
normal ver un fenómeno en el que los seres humanos le prestamos más atención a
nuestros celulares que a los demás. Y es que las nuevas tecnologías se han
adherido tanto a nosotros que nos sentimos extraños y hasta ansiosos y
desesperados si no tenemos un Smartphone en nuestras manos. Por ejemplo, en este momento mientras redacto esta entrada, me siento bastante extraño porque no siento vibrar mi celular y porque llevo cerca de seis horas sin revisar mi WhatsApp.
Hoy hago esta reflexión, luego de que, lamentablemente, dos
delincuentes en una motocicleta me robaran mi celular en el suroccidente de
Bogotá, intimidándome con un arma blanca. Si no fuera por este terrible momento
que pasé, no hubiera llegado a la conclusión de que las rutinas pueden ser peligrosas...
Como todos los que me conocen, saben que soy amante a la
tecnología, y que desde que me levanto hasta que me acuesto tengo el celular en
la mano ¿por qué? Porque se ha convertido en un mal necesario para mi, y obviamente para la mayoría de personas. Mi rutina
empieza en la mañana cuando leo correos electrónicos, mensajes en WhatsApp,
reviso redes sociales y leo la prensa. Por cuestiones de mi profesión, el
teléfono se ha convertido en una herramienta fundamental para desarrollar mis
actividades diarias, por lo que es casi imposible dejar el aparatito de lado.
La música, por supuesto, no se queda atrás en mi lista de
rutinas, pues siempre he tenido la costumbre de escuchar música con los
auriculares puestos cuando salgo de mi casa, del trabajo, de algún evento
social o reunión, o simplemente cuando voy en el transporte público sin; y voy tan
concentrado - ¿o ensimismado? - en mi música y en mi camino que no le doy tanta
importancia al tema de inseguridad en Bogotá, pues hace más de diez años (desde
que estaba en el colegio) no me roban en la calle de esa manera, como lo
hicieron hoy.
Durante mi corta experiencia que he tenido como periodista
(corta porque hasta hace poco me gradué), he sido testigo en varias ocasiones de múltiples
casos y modalidades de robo en Bogotá, y como ciudadano de a pie, también veo
todos los días en los noticieros del país los distintos casos de hurto que se
presentan a lo largo y ancho de la ciudad, del país ¿del resto del mundo tal vez? Y es tan normal escuchar ese tipo de noticias que uno inconscientemente
piensa que ese tipo de cosas le pasan a todo el mundo menos a uno, como si uno fuera
socialmente exento de que las cosas que le pasan a los demás no le van a pasar
a uno.
Por eso, aunque hoy fui víctima de uno de los miles de casos
de robo que a diario se presentan en Bogotá; aunque duela saber que las cosas
que compramos con esfuerzo y trabajo nos las pueden arrebatar en menos de treinta
segundos amenazándonos con un arma blanca, y aunque tu móvil, al igual que el
mío se encuentre en este momento en cualquier chuzo de venta de celulares
robados en algún lugar de Bogotá, lo más recomendable es poner inmediatamente
el denuncio ante las autoridades, así sepamos que no vamos a recuperar el
teléfono. Y lo más importante: ¡NO DAR PAPAYA!
Diego H. Rubiano Devia
@DiegoRubianoD