Trabajar
en un noticiero local como Citynoticias, me ha ayudado a ratificar lo que yo y
muchos bogotanos hemos visto de la pésima y casi paupérrima administración del
alcalde Gustavo Petro. Escribo este artículo en nombre de miles de bogotanos a
los que nos duele ver esta ciudad en el estado crítico en el que se encuentra.
Recuerdo
bien cuando Gustavo Petro estaba haciendo su campaña política para la alcaldía
en el 2011, un año crítico para la ciudad, pues se veían reflejadas las
secuelas de los desastres de la administración de Samuel Moreno. Bogotá era un
caos y muchos creíamos que si la izquierda seguía gobernando a la capital el
caos iba a ser mayor, razón por la cual muchos pensábamos que Gustavo Petro se
iba a quemar en las urnas.
Pero
el discurso de Petro y sus ideas populistas eran tan convincentes que logró
encantar a los bogotanos de los estratos más bajos, con propuestas como la de
abrir mil jardines infantiles, construir colegios y modernizar los ya
existentes, además de promover la jornada única en esos centros educativos.
Hacer un cable aéreo en la localidad de Ciudad Bolívar y empezar las obras del
Metro subterráneo para Bogotá, que pretendía iniciar en la localidad de Bosa;
disminuir la tasa de desempleo, entre muchas otras propuestas que ilusionaron
al bogotano de a pie.
El
discurso de Petro era tan envolvente que convenció a la mayoría que su llegada
al Palacio de Liévano iba a ser la salvación de la ciudad. Petro se vendió a
más de siete millones de habitantes como una especie de mesías que iba a sacar
a la pobre Bogotá del caos.
Cuando
Petro ganó las elecciones, los más pobres y las minorías festejaban, pues
gracias a sus propuestas de inclusión social, sentían que esta vez alguien los
iba a escuchar, que iban a tener voz, ¿pero el resto de Bogotanos, la clase
media (que somos la mayoría) y las clases altas qué? Todos somos bogotanos ¿no?
Era lo que solíamos preguntarnos la mayoría cuando el burgomaestre empezó su
gestión.
El primer
gran proyecto de Petro como alcalde era el de crear una empresa distrital para
la recolección de basura, algo así como lo era la EDIS hace unos 20 años, pero
esta vez se llamaría “Aguas de Bogotá”. Este primer gran proyecto fue también
el primer gran fracaso de Petro, pues en diciembre de ese 2012, mes en el que
caducarían los contratos de las empresas recolectoras privadas de basura, y mes
en el que empezaría a funcionar el gran proyecto, la ciudad resultó inundada de
basura. Este suceso fue el inicio de una cantidad considerable de fracasos e
improvisaciones de un señor que por querer hacer mucho, hizo poco.
La
propuesta de los mil jardines que pretendía abrir nunca se cumplió. Se abrieron
unos 400, y este año se han tenido que abrir algunos casi que de afán y de
manera improvisada. El cable aéreo que pretendía construir en Ciudad Bolívar, a
duras penas fue adjudicado este año para iniciar su construcción en 2016. Y
esas son unas pocas de las muchas propuestas que el señor alcalde nunca
cumplió.
El
tema de movilidad, que es el que más nos compete a los bogotanos también
resultó en veremos. El Transmilenio por la Avenida 68 y la Avenida Boyacá nunca
se hizo, es más, nunca se licitó. El famoso metro del que tanto alardeó Petro
aún va en estudios y lo único seguro que hay es un cheque simbólico que le
entregó Juan Manuel Santos.
Y ni
hablar del paso deprimido de la Calle 94, los sobrecostos de la glorieta de la
NQS con calle sexta, los altos costos invertidos en unas máquinas remalladoras
que dejan los huecos peor de lo que estaban, la casi abandonada Avenida
Longitudinal de Occidente que nunca se terminó, un pico y placa absurdo que fue
sectorizado y la idea aún más loca de transitar por el centro de la ciudad en
carro particular solo si lleva más de tres acompañantes.
El sueño
de miles de bogotanos terminó sumergido en una terrible pesadilla que tenemos
que padecer a diario. Una ciudad inundada de camiones de basura viejos traídos de
Estados Unidos, carros de basura nuevos pero desvalijados en su mayoría, huecos
intervenidos por una maquina remalladora que se abren al otro día, un paso
deprimido que ahora cuesta cuatro veces más que cuando se planeó, un sistema
masivo lleno de vendedores ambulantes, una ciudad con un número insuperable de
delincuentes, una ciudad donde para evitar que le roben el celular es mejor no
sacarlo en la calle, la idea de un metro que por ahora no se va a ver. Ah, y el
Centro Bakatá, donde se puede fumar un bareto.
Esta
administración termina en menos de seis meses ¿Será que los bogotanos amamos
tan poco a esta ciudad como para volver a elegir a un alcalde de la misma
calaña de Petro?
¡Dios
salve a Bogotá!
Diego Hernán Rubiano Devia
@DiegpRubianoD